Un poco de historia: el asado, la comida nacional

Un poco de historia: el asado, la comida nacional

Se calcula que aproximadamente alrededor de 1556 Juan de Salazar y Espinosa junto a los hermanos Goes trajeron desde Brasil a Asunción, que en ese entonces era parte del Virreinato, un toro y siete vacas,

Libres, las vacas se empezaron a reproducir y a vagar por la Pampa. Era ganado cimarrón, no era propiedad de nadie, cualquiera podía tomar una vaca. La única condición era no pasarse de las doce mil cabezas.

El sistema para cazarlas se llamaba vaquerías: Se juntaban diez o quince paisanos, cuando encontraban al ganado, le cortaban a cada res los garrones con una lanza y el animal caía al suelo, inmovilizado. La carne que se usaba era muy poca, porque en general se las cazaba por su cuero, que era la materia prima de la primera industria argentina.

En los pocos casos en que se cazaba a una vaca solo para alimentarse, generalmente lo único que los gauchos consumían eran la lengua o los caracúes, que asaban en el rescoldo.

Se calcula que en el siglo XVIII habría en la Pampa unas 40 millones de cabezas de ganado.

Con el tiempo y adoptando costumbres criollas, el gaucho comienza a comer la carne asada. Con el facón realizaban un hoyo de unos veinte centímetros en la tierra, allí encendían un pequeña fogata y cocían la carne.

El paso de los años mejoró los métodos de conservación y transporte de la carne y convirtió a La Pampa Argentina en uno de los principales proveedores de carne del mundo.

El asado, tipificado como tal, apareció entre nuestros platos de cabecera en el recetario de cocina popular argentina que elaboró la salteña Juana Manuela Gorriti en 1890. En el libro, titulado "Cocina ecléctica", se describía un minucioso y detallado procedimiento para trozar, condimentar y preparar el "asado argentino".

La cultura parrillera se terminó de expandir a principios del siglo XX cuando se conformó el renombrado "crisol de razas" que proclaman los manuales escolares y el asado llegó a las ciudades. Hacia 1950 se masificó la presencia de parrillas en las casas y las carnicerías comenzaron a proliferar, configurando ese "olorcito a patria" de los barrios que tan bien describe Martín Caparrós en su libro "Los Living".